BrunoE.GabanelliBruno E. Gabanelli ~ Distrito : 7 ~ 16 años ~ HomosexualDatos generales
Nombre completo: Bruno
Apellidos: Evans Gabanelli
Apodos: El chico de la mala suerte
Distrito: 7
Orientación sexual: Homosexual
Fecha de nacimiento: 6 de Junio
Datos
Descripción Psicológica Frío, solitario y sin sentimientos. Tres palabras que me definen perfectamente, según el resto de la gente. Y no se equivocan sobre ello, pero es todo culpa de mi mala suerte. Allá donde vaya, todo aquel que se relacione conmigo acaba sufriendo una desgracia o incluso muriendo, por lo que decidí no relacionarme con nadie más. Aunque todavía hay gente que intenta relacionarse conmigo y los alejo con palabras frías y sin sentimiento. Y por todo ello, ahora apenas siento nada por nadie. Ni enfado, ni empatía, ni siquiera amor. Yo vivo mi mundo mientras el resto vive el suyo sin acercarse a mí. Respecto a mi sexualidad, no he conocido a mucha gente pero me he dado cuenta de que las chicas no me interesan y por ello estoy seguro de que soy homosexual. Pienso que encima es una burla de la naturaleza diciéndome que ni siquiera merezco tener descendencia.
Descripción Física- Spoiler:
Historia- Spoiler:
Mi historia empezó un bonito y soleado día en un 6 de Junio. Mi madre me trajo al mundo y todos fuimos muy felices. Crecí sin problemas e hice amigos en todos los lados. Mis padres no tenían que preocuparse por el trabajo. Era una vida sin problemas… Ya me gustaría que fuera así la historia, pero no tiene nada que ver. El 6 de Junio fue un día de tormentas y rayos. Apenas se diferenciaba si era de día o de noche. Mi madre estaba esforzándose para traerme el mundo ella sola, ya que nadie del distrito iba a ayudarla. Retrocederé un poco en el tiempo para que se entienda. Todo comenzó cuando una damisela, de una familia adinerada del distrito, se enamoró de un joven, con una familia que vivía como podía. El padre de la chica se negaba a aceptar ese amor y por ello hizo todo lo que pudo para que no estuvieran juntos. Pero al final, la joven se fue de su casa para poder estar con su amado, lo que provocó la ira del padre. Y su venganza fue enviar a toda la familia del chico al Capitolio para que fueran Avox, ya que tenía contactos con algunos agentes de la paz y pudo convencerlos, dejando a mi madre sola y embarazada. Aún a pesar de todo ello, mi madre intento seguir adelante como podía. Después de unos meses, llegó el 6 de Junio. Un día no muy agradable, pero mi madre tenía que traerme al mundo, en su casa, la cual era antes la de su amado. Mi abuelo había amenazado a todo el distrito de lo que pasaría si alguien le echaba una mano, porque le molestaba que no hubiera vuelto ni aunque se hubieran llevado a mi padre. Todos asustados por lo que había pasado con la familia de mi padre ni siquiera se atrevieron a enfrentarse a él. Mi madre hizo todo lo que pudo cuando apareció de repente mi abuelo. Con él, venía una enfermera. La enfermera intentó hacer todo lo posible para conseguir que sobreviviera mi madre al igual que yo. Pero era demasiado tarde. Yo vine al mundo pero mi madre no había soportado el parto y acabo muriendo sin ni siquiera verme una vez. Mi abuelo derramó una lágrima, ya que al fin y al cabo era su hija la que acababa de morir. Entonces dirigió la mirada hacia a mí. Una mirada fría, sin sentimiento y con odio. “Tú eres el culpable de su muerte. Tú has matado a mi hija.” Él repetía una y otro vez sin dejar de repetirlo. Capaz que podría haber muerto allí mismo, si no fuera porque estaba la enfermera. Ambos me llevaron a la casa de mi abuelo, la cual era una mansión bastante grande. La enfermera se marchó dejándome en las manos de mi abuelo. Supuse que sería ese mi momento de morir, pero tampoco lo fue. Pronunció unas palabras que creo que fueron mi sentencia. “No morirás ahora. Vivirás. Y vivirás sabiendo que fue tu culpa que muriera mi hija. Tu vida se hará insoportable.” Tras eso me dejó en una habitación llena de cajas. De una de ellas sacó una cuna y me dejó dentro. Y al día siguiente, vino una niñera. La niñera era la que me cuidaba y apenas veía a mi abuelo. Inexplicablemente, le sucedía pequeños problemas de vez en cuando. Que si se tropezaba sola, que se la caía un jarrón que había expuesto cerca suyo, que cuando se hizo un café se echó sal en vez de azúcar y varias cosas por el estilo. Pero tras dos años, ocurrió un accidente más grave. La niñera se había caído por las escaleras. No llegó a morirse, pero harta de todos los sucesos que ocurrían en la casa dejó el trabajo. Por lo que llegó otra niñera. Al igual que la anterior le fueron sucedieron cosas de mala suerte. Y al año, tuvo una enfermedad muy grave dejando la casa. Las cosas empezaron a ser raras. Durante un año, siguieron llegando algunas niñeras, pero ninguna aguanta más de uno o dos meses. Siempre les sucedía algún problema que les obligaba a dejar la casa o se hartaba de la mala suerte que tenían desde que me tenían que cuidar. Durante ese tiempo yo había crecido y tenía ya cuatro años. Mi abuelo harto de la ineptitud de las niñeras que contrataba, me llevó a una guardería. Bueno él no, sino los criados de la casa. A los dos días de mi llegada, varios niños cayeron enfermos. Lo atribuyeron a una casualidad, pero ya todos conocían lo que sucedió con las niñeras que me cuidaban, por lo que no me quitaban un ojo de encima. Y cuando un árbol cayó inexplicablemente sobre la guardería, destruyendo el tejado, me echaron del lugar. Prohibiendo que volviera. Mi abuelo se enteró de todo lo que estaba ocurriendo y lo atribuyó a que yo estaba maldito. A que yo era el responsable de todos aquellos accidentes. Por lo que me encerró en un ala de la mansión, sin nadie más. De vez en cuando, mandaba algunos profesores para que me enseñaran cosas básicas como leer o escribir, pero jamás era uno el mismo que el anterior. Fui creciendo y a mis siete años, me dediqué a estudiar por mi cuenta, ya que aprendía rápido, con la gran biblioteca de la mansión. Por suerte tenía acceso a ella y allí era donde pasaba la mayoría del tiempo. Leía y seguía leyendo. Empecé por lecturas recomendadas para mi edad pero enseguida me di cuenta de que no era ese mi nivel. Fui leyendo aumentando cada vez la edad recomendada. Sólo venía un criado, que como siempre nunca era el mismo, para entregarme la comida. Yo leía, pasaba el tiempo leyendo y aprendiendo cosas. Leí tanto que cuando apenas tenía diez años, leía ya obras de veinte años o más. Mi vida se limitaba a la biblioteca y todas las historias que ella guardaba. Como no había tenido mucho contacto con el exterior, tampoco lo echaba en falta. Y supuse que nadie me echaba en falta a mí tampoco. Llegué a los 12 años y el día de la cosecha. Era mi primera cosecha. Las anteriores no las había visto debido a que no tenía permitido salir de la mansión, pero en esta tenía que salir obligatoriamente. Ya sabía la mayoría de la historia de Panem y eso incluía los Juegos del Hambre. Salí tras varios años de estar en reclutado en el interior de la mansión, la gente me miró horrorizada. Supongo que nadie había olvidado los sucesos relacionados conmigo cuando salía. Llegué a mi sitio. Algunos me miraban aterrorizados y otros estaban tan asustados por los Juegos que ni siquiera se atrevieron a mirarme. Seguramente la mayoría de los que estaban en el distrito deseaban que fuera yo el elegido para ser el tributo, para que me llevara mi mala suerte al Capitolio. Un chico vino corriendo a mi zona. Al parecer se le había hecho tarde. Me empujó sin querer al intentar entrar y soltó un leve perdón sin mirarme, porque estaba mirando todo el rato al suelo. Al levantar la vista, me vio. Sonrió sin ningún motivo aparente, pero yo no lo entendí. La ceremonia comenzó. Observé el video, impasible. Por fin podía poner un poco de imágenes a la historia que había leído en los libros. Llegó el momento de decir los nombres. Primero, como estaban acostumbrados, empezaron por las chicas. Salió el nombre de una joven de 15 años que temblaba de terror ante lo que se avecinaba. Escuché un leve susurro de “Hermanita”, pero no pude localizarlo. Llegó al turno de los chicos. Todo el mundo deseaba que saliera mi nombre. La encargada de mencionar los nombres, sacó el trozo de papel de la urna. Y mencionó el nombre, alto y claro. Algunas personas se habían quedado sin respiración, otras suspiraban por no haber sido elegidas e incluso algunas lloraban de felicidad. Pero no era mi nombre. De repente, el niño que me empujó y me pidió perdón, soltó un gimoteo. Entonces entendí de quien era el nombre. Era el suyo. Su familia estaba totalmente destrozada. Incluso noté varias miradas de odio en mi nuca. Se llevaron al niño y nadie fue capaz de hacer nada. Entonces cuando vi a ambos sobre el improvisado escenario, recordé algo. Un día, con once años, observé por una de las ventanas el exterior. El bosque se extendía ante mí. No pude evitarlo. Abrí la ventana. Una rama de un árbol llegaba justo a la altura, incitándome a salir y no me lo pensé. Salté a la rama y me quedé sobre ella. Era una rama fuerte y podía aguantar mi peso. Nadie podía enterarse de mi salida porque eso provocaría un gran alboroto, así que sin bajarme del árbol, iba de rama en rama. Lentamente, fui adentrándome en la profundidad del bosque. Cuando, sin darme cuenta, pisé una rama que no era lo suficientemente fuerte. Se partió y yo caí, aunque llegué a tiempo para agarrarme a una rama más fuerte. Pero no quedaban más ramas bajo mis pies. Estaba colgando sin poder hacer nada. Intenté subir, sin éxito. Luego empecé a escuchar pasos y la posibilidad de que me vieran fuera de la mansión realmente me aterraba. Miré hacia abajo y encontré a los responsables del ruido de los pasos. Eran un niño, probablemente de mi edad, y una niña que parecía tres o cuatro años mayor que yo. Me miraron sin comprender que hacía allí. Al parecer no me reconocieron, aunque era normal. Hacia tiempo que no salía de la mansión por lo que más seguro era que no me reconocieran. La chica buscó entre sus bolsillos y encontró una especie de mantel. Desde la altura que estaba no conseguía escuchar lo que decían, pero vi como extendían el mantel entre los dos. Ambos me miraron con una sonrisa. Y escuché un “Salta” que no supe localizar. Me fíe y salté. Caí. Cerré los ojos creyendo que era mi fin. Seguramente quitarían el mantel y me estrellaría contra el suelo. O igual no soportaban el peso y tenían que soltar. Mil y un posibilidades pasaron por mi mente. Ninguna se cumplió. Llegué al mantel y sentí su suavidad. Ambos consiguieron aguantar mi peso. Y cuando ya no había riesgo, soltaron ambos y yo caí contra el suelo haciéndome un poco de daño. Mientras el chico reía a carcajada limpia, la chica sólo se limitaba a sonreír. De repente una voz repitió dos nombres: Sandra y Carlos. Los dos se miraron y luego me dirigieron una mirada. Se despidieron de mí con la mano y salieron corriendo en la dirección de la voz. Tras mi accidente, decidí abandonar el lugar volviendo a la biblioteca. Por suerte, nadie había notado mi ausencia y tampoco me había visto volver. Entré en la biblioteca y sonreí. Los dos tributos eran ellos: Sandra y Carlos. Yo ni siquiera pude reaccionar. La ceremonia terminó y los tributos fueron llevados a donde debían. Yo huí corriendo a la mansión. Había vuelto a ocurrir. Había llevado la mala suerte a aquellos que me habían conocido. Llegué a la biblioteca y me encerré en mi mundo entre libros. No volví a salir en todo el año. Llegó la siguiente cosecha. Yo ocupé mi lugar. Iba a presentarme voluntario para que acabara toda esta locura de la mala suerte. Pero no me atreví. Pasaron los años y las cosechas. Apenas quedaba un libro que no me hubiera leído más de una vez en la biblioteca. No había tenido ningún contacto humano excepto el de la espera en las cosechas. Jamás dejaba a nadie acercarse a mí más de lo necesario. Y llegué a los 16 años. Era día de la cosecha. No sabía lo que el destino me depararía esta cosecha. Igual me atreverían por fin a ser voluntario o incluso podía llegar a ser el tributo de este año. Nada sabía.
Habilidades – Soy un gran estratega. - Tengo bastante agilidad.
Hobbies - Leer. - Escribir historias - Aprender nuevas cosas.
Miedos. - A que por mi culpa muera más gente. - A mi mala suerte. - A la muerte.
Cosas que le gustan - La fantasía. - Los bosques. - Los libros.
Cosas que no le gustan - La hipocresía. - La sangre.
Otros - Debido a su poco contacto humano, puede llegar a decir las cosas demasiado directas. - No piensa morir sin luchar antes. |
Miér Jul 15, 2015 5:03 pm por Invitado
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» {#}Registro de Nombre
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